Angelelli y la otra Iglesia
Este 4 de agosto se cumplieron
36 años del asesinato de Monseñor Enrique Angelelli, por entonces obispo de
La Rioja. El
sacerdote era uno de los exponentes de la otra iglesia, aquella radicalmente
comprometida con los valores cristianos. La iglesia católica, o para ser más
exactos la institución eclesiástica, no reconoció de inmediato el asesinato de
uno de sus obispos. La Conferencia Episcopal
Argentina reconoció en el año 2001, recién 25 años después, que
la muerte de Angelelli se debió a un accidente fraguado, es decir, que se trató
de un asesinato y no de un accidente.
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Monseñor Enrique Angelleli |
Los partidarios del silencio
fueron también protagonistas, pues esa iglesia, la iglesia cómplice, pronto dejó
de recibir a las víctimas que reclamaban en las diócesis y sus exponentes luego
serían vistos en los centros de tortura y exterminio. Así es como supimos
además, a través del testimonio de Eduardo Schaposnik -ex detenido
desaparecido-, que Monseñor Antonio Plaza, quien visitó Centros Clandestinos de
Detención, afirmaba que los Juicios a las Juntas eran “Nüremberg al revés”; o
como Christian Von Wernich, el sacerdote condenado a reclusión perpetua, que
visitaba asiduamente los Centros Clandestinos Puesto Vasco, Comisaría 5º y
Brigada de Investigaciones, entre otros. Junto con Plaza y Von Wernich, otros
tantos completan la lista de los sacerdotes y obispos procesistas, entre los que
no podemos dejar de mencionar a Adolfo Tortolo, vicario de las Fuerzas Armadas,
o Monseñor Bonamin quien afirmaba que “la patria rescató en Tucumán su grandeza,
mancillada en otros ambientes, renegada en muchos sitiales y la grandeza se
salvó en Tucumán por el ejército argentino”.
Emilio Mignone -abogado,
militante y fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales-, cuenta que la
noche previa al golpe de estado, los genocidas Jorge Videla y Emilio Massera “se
reunieron con la jerarquía eclesiástica en la sede de la Conferencia Episcopal ,
ubicada en Paraguay 1867 de la Capital Federal ” (En Nueva
Sociedad Nro. 82 Marzo Abril 1986, pp. 121-128). Mignone afirma que los
postulados del catolicismo de los principales referentes episcopales coincidían
con los valores cristianos autoproclamados por el régimen totalitario. Algo como
esto expresa el Documento de la Conferencia Episcopal
Argentina de septiembre de 1976: "(…) hay que recordar que sería fácil errar con
buena voluntad entre el bien común si se pretendiera que los organismos de
seguridad actuaran con pureza química de tiempos de paz, mientras corre sangre
cada día, que se arreglaran desórdenes, cuya profundidad todos conocemos, sin
aceptar los cortes drásticos que la situación exige; o no aceptar el sacrificio,
en aras del bien común, de aquella cuota de libertad que la coyuntura pide, o
que se buscara con pretendidas razones evangélicas implantar soluciones
marxistas (…)"

En la Argentina fueron muchos
los religiosos, no sólo del catolicismo, que forjaron otro modelo de trabajo
pastoral dotando los espacios de sentido a través de las prácticas y las
reflexiones. Sin ir más lejos, basta con leer las homilías de Angelelli para
darse una idea de cómo se convierte la misa en un momento colectivo de reflexión
política y humana. Cómo no van a recordar sus homilías las trabajadoras y
trabajadores, las familias campesinas y los fieles que asistían a las
mismas.
Las desapariciones y asesinatos
de cientos de religiosos cumplieron su objetivo político, o biopolítico si se
quiere: eliminar el trabajo de la pastoral comprometida y, con ello, anular el
surgimiento de la otra iglesia, de aquella que cuestiona. No obstante, debemos
reconocer su legado. La experiencia de Carlos Mujica, Juan de Dios Murias,
Gabriel Longueville, Monseñor Angelelli, “los Curas Palotinos”, y la de tantos
religiosos sobrevivientes del genocidio, está en el tronco histórico de la
iglesia que hoy no teme cuestionar; que no teme ni temió acusar a los culpables
del genocidio; que no teme desnaturalizar el carácter “natural” de la
heterosexualidad y sus secuelas institucionales; que está junto a los campesinos
y los pobladores originarios en cada embate de los agronegocios.
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