martes, 8 de abril de 2014

Las prácticas sociales y los modos de hacer justicia


por Adriana S. Taboada*

Veo la realidad en fotos

El Estado argentino llevando adelante juicios  históricos contra los genocidas  Vs.  la justicia por  mano propia  bajo la forma de linchamiento a jóvenes que comenten  hurtos.
Ataque colectivo (seguido de  muerte) a jóvenes  por delitos comunes  como robar una mochila o una cartera Vs. el silencio frente al  procesamiento de Menem y Cavallo por “sustracción de caudales”  en la venta del predio de la  Sociedad  Rural (patrimonio del Estado), que incluye montos de dinero muy superiores al valor de una mochila o cartera,  sin olvidar que se trataba además del Presidente de la República y su ministro de Economía y entonces el delito tiene otra envergadura.

Pienso

El cuestionamiento  que comenzó  hace menos de un mes al proyecto de reforma del código penal (con argumentos falaces)  haciendo eje, entre otros temas, en la baja de las penas,   coadyuvando  a profundizar la  sensación de inseguridad y la necesidad  de aplicación de “mano dura”  como  única alternativa frente a un “Estado Ausente” ¿podemos desvincularlo de los hechos de justicia por mano propia de los últimos días? 
Hoy  el peligro encarna en el  “peruca”, el  “bolita”, el pobre, el  joven. 
El tema es  complejo y en los próximos tiempos el debate  abierto seguirá buscando razones y respuestas. Desde ya esas   respuestas deben  habilitar la posibilidad de sostener  con  fuerza el sistema democrático, la legalidad y la construcción de alternativas más humanas, inclusivas, sensibles a los problemas individuales y colectivos. 

Las respuestas incluirán análisis políticos, psicológicos, sociológicos, legales y del rol de los medios de comunicación  pero  hoy, con el eco aún audible de tantas voces  ante un nuevo aniversario del Golpe Cívico-militar de 1976,  con los juicios  y condenas que avanzan  no sólo   sobre las acciones de los militares y miembros de las  fuerzas de seguridad, sino sobre el   poder económico,  eclesiástico, judicial  y civil, hechos  de violencia (sorpresivos) como los que se están sucediendo, resultan más disruptivos.
Traer el tema del Golpe  Genocida y el  juicio a sus ejecutores no es antojadizo ni arbitrario. No estamos en  una sociedad ideal ni mucho menos,  pero el proceso judicial en nuestro país por delitos de lesa  humanidad  está  mostrando  lo  opuesto a la ausencia de Estado, y las  condenas lo  opuesto a la impunidad. La lucha de casi 40 años buscando  justicia lo  opuesto al linchamiento. Estamos  hablando de  “maneras de hacer”, de prácticas sociales que  tienen consecuencias materiales  pero también simbólicas. Cuando Zaffaroni califica la muerte por el linchamiento  como homicidio, pone las acciones  en su lugar: esa  muerte se llama  homicidio y constituye un delito. Nominar el acto restaura la Ley. No todo da igual.

Los genocidios son un “proceso” que lleva  tiempo y  planificación para su concreción. El principio de ese proceso  requiere ir  “construyendo” al enemigo que se busca destruir, pues no viene dado. Para ello, un  grupo  nacional comienza a ser “recortado” como tal y  connotado negativamente: el “otro” ya no es mi  igual, sino que pasa a  representar lo diferente en tanto  malo y peligroso. Esto  va condicionando la manera de vinculación con ese  “otro” (a partir de ese momento  negativizado) y que en tanto tal  habilita formas de  relación social prejuiciosas, discriminatorias  y violentas que terminan en la eliminación del grupo, eliminación además  sostenida con consenso  social.
"Cuando  el  peligro pasa  a estar representado por  ese “otro” y  no  por  quien lo mata, el proceso genocida va mostrando sus éxitos."
Bajo el  nazismo, entre otros,  fue el judío y el gitano. Ayer y aquí en Argentina,  el disidente y militante político convertido en delincuente terrorista. Hoy  el peligro encarna en el  “peruca”, el  “bolita”, el pobre, el  joven.  El otro negativizado  ya está en la mira,  con  su  contenido de  clase presente. La justificación para la eliminación de Otro  se está construyendo. ¡Qué por  favor suenen  las señales de alarma!

¿Los linchamientos son un  genocidio? De ninguna manera  decimos esto,  ni  se debe  asimilar un delito  que comete el Estado y que conlleva la destrucción (asesinato) de una parte de su población a una práctica que  muestra una  forma (reprobable) de hacer justicia por fuera de los  canales legitimados por  nuestra  sociedad.  Pero  ambos requieren como requisito para  poder producirse que el  prójimo  deje de ser sentido como tal, justificando  cualquier acto,   por   inhumano que sea,  que se cometa sobre él.

Si algo  deberíamos  haber aprendido en estos casi 40 años es la importancia de respetar la vida como  bien supremo, y  que el difícil  camino por  búsqueda de Justicia  no debe divorciarse del de la Etica. 


 *Lic en Psicología. Investigadora del Centro de Estudios sobre Genocidio. UNTREF





0 comentarios:

Publicar un comentario

Más vistos

@ddhhctera

Archivo